Las calles comienzan a cortarse para que cada distrito empiece a montar su falla. Huele a pólvora, los niños y los no tan niños, se encargan de tirar un petardo tras otro con el correspondiente susto que se lleva el que no lo espera. Las calles se llenan de color, el color de esos trajes maravillosos que lucen las falleras y ¿por que no?, los falleros también, y todo esto sin que falte algo imprescindible en estas fiestas: la música.
Dicen las malas lenguas que las fallas solo las disfrutan los falleros, y yo os digo que no es verdad. Las calles se visten de fiesta y cualquiera que pasee por ellas vive la fiesta también, aunque por supuesto, de distinta manera que los que están dentro.
Después de ver los monumentos falleros uno no puede perderse por nada del mundo la mascletá. Eso es algo que hay que experimentar, no hay palabras para describirla. El momento de la cremá es también espectacular, con él se pone fin a una fiesta que en ese mismo momento se prepara para poner en marcha la del año siguiente.
Mi vecina Esther, fallera de "tota la vida", me propuso hacer unos broches para nuestros peques: Neus, Pedro y Pablo. Ella me dio la idea, luego busque por internet, y estos son los falleritos que han salido y que lucirán en los trajes de los peques durante estas fiestas.
¡Visca les falles!
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